El Palacio Pitti de Florencia presenta esta pintura, recientemente adquirida por la galería de los Uffizi, en una exposición que gira en torno al esplendor de los carnavales barrocos y las arquitecturas efímeras. La obra representa el desfile del príncipe Giovan Battista Borghese en el Carnaval de Roma de 1664. Hasta el 5 de mayo
La muestra El efímero esplendor de los carnavales barrocos fue inaugurada precisamente en los pasados carnavales, una fiesta que se celebra tradicionalmente en los países de fe cristiana y, sobre todo, católica, antes de la llegada de la Cuaresma. La exposición hace hincapié en los disfraces, las fiestas y los montajes barrocos bajo el protagonismo de El carro de oro, una espléndida pintura que ha sido recientemente adquirida por los Uffizi.
La obra estrella representa el desfile del príncipe Giovan Battista Borghese en el Carnaval de Roma de 1664,del pintor tirolés Johann Paul Schor o Giovanni Paolo Todesco, como lo llamaban en Roma (Innsbruck, 1615-Roma, 1674), activo en la Ciudad Eterna a partir de los años treinta del siglo XVII.
Muy probablemente, Paul Schor fue el más ingenioso e imaginativo colaborador de Gian Lorenzo Bernini. Era un artista de lo efímero, maestro de la escenificación barroca, de la fiesta de gala, de la presentación ceremonial… Al mismo tiempo, con una sorprendente imaginación era capaz tanto de crear triunfos de banquetes con azúcar glas, vajllas y cuberterías de plata como realizar retablos de altar y decoraciones al fresco.
Como declara el director de las Galerías de los Uffizi, Eike Schmidt: “La adquisición de la grandiosa pintura de Schor nos ha permitido ahondar en la investigación sobre el artista y reconstruir no solo la historia del acontecimiento que representa en el lienzo sino además conocer la red de relaciones artísticas en la segunda mitad del Seiscientos en Roma y en Florencia”.
Esta pintura carnavalesca en los tiempos del príncipe Borghese se acompaña de otro célebre lienzo, un préstamo excepcional del Museo de Roma del Palacio Braschi, El Carrusel en el Palacio Barberini, de Filippo Lauri y Filippo Gagliardi, montado para el Carnaval de 1656 dentro del Palacio Barberini en honor de la reina Cristina de Suecia, que se había convertido al catolicismo. Schor colaboró también en el proyecto de varios aparatos del carrusel y, curiosamente, ocho años después, también un 8 de febrero, ideó y organizó El desfile de disfraces Borghese como testimonia la pintura del autor tirolés.
En la sala de las “Nicchie”, tapizada de raso dorado para hacer juego con los disfraces de las numerosas Ninfas Hespéridas de la pintura de Schor, junto a los dos inmensos lienzos carnavalescos romanos, se exhibe también la serie completa de los Bailes de Sfessania de Jacques Callot, donde se reproducen los disfraces italianos del siglo XVII; tres grabados de Stefano della Bella, que recogen otro célebre desfile de disfraces, celebrado en 1661 en el Jardín de Boboli –abierto desde el Palacio Pitti–, y algunas pinturas dedicadas a los carnavales populares.
Y por vez primera, se presenta al público una insólita “Escena carnavalesca” del artista Bartolomé Bianchini,que se custodia en los depósitos y que ha sido restaurada para esta ocasión. Pero sin duda, la guinda de la exposición se la lleva la monumental Cuna de Gala –en curso de adquisición–, un conjunto escultórico de elevadísima calidad realizado por el taller de los hermanos Schor para el heredero de una aún desconocida dinastía principesca romana, destinada a presentar al recién nacido a la nobleza romana y a la élite eclesiástica.
Comisariada por María Matilde Simari y Alessandra Griffo –que confirman el novedoso tema expositivo–, la oportuna cita florentina descubre que la aparente facilidad de las invenciones de Schor –“capaz de diseñar cualquier cosa”, según la opinión de Gian Lorenzo Bernini– y su maestría para crear efectos teatrales con las grandiosas máquinas que iba proyectando, no se basaban únicamente en su fantasía sino que eran fruto de sólidas bases teóricas, incluso de estudios de óptica muy actualizados. La magnificencia, la pompa, las sorpresas, la exuberancia y hasta los derroches del carnaval del príncipe Borghese, se colocan en un ámbito intelectual que va más allá de los clichés típicos de las exageraciones del gusto barroco.
Además, como añade Schmidt, esta exposición ha permitido ahondar en las relaciones entre Schor y los Borghese, que repetidamente realizaron encargos al artista austríaco, así como los Colonna, para los cuales el artista diseñó un espectacular lecho de gala, de increíble fantasía, en el que se inspiraron pinturas y fuentes de las cortes inglesa y francesa.
Un merecedor autor, cuya obra ha adquirido los Uffizi para transmitir al espectador una parte de la historia y la alegría de aquella memorable fiesta de carnaval.
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